domingo, 30 de mayo de 2010











Historia del estornudo (continuación)




Un sueño me despierta. Nuestro lecho es la batalla, me entero por mujeres que despiertan como mujeres, en el desierto y sin aclaraciones. Me parto en un tren en el que también encuentro, en el bolsillo del respaldo, un libro casi amarillo que consiente la voz.



Luego, ya no sé en qué estado, veo como se les rompe el espinazo a unos demorados. Caen al piso con un ruido de hilo que es lo que su carne y su hueso son ahora.

Ahora arden, llevan lana de agua en sus vaivenes y silban, lo que se dice crepitan. Fuman en presencia de piedras con agujeros mientras pulen omóplatos para la recolección y la caza.

[Un teclado escribe San Jorge ES el dragón (y todas sus versiones). Es hora de la vida en los fondos marinos.]

Ahora husmeamos, un corte en el pulmón que es el pantano y llevamos narices, lo que se dice remamos. Hacemos poncho del manto.

Desde la costa viene hacia la banda, trae un palo que pasea como si fuera su mano y lo perdemos de vista, lo que se dice radia.


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