El hombre de las abejas recorre los
barrios. Partiendo los huesos de su carne, astilla, machaca y se sustrae del
circuito electrónico ciudadano. La transición entre esto y aquello produce
imágenes que están fuera de las imágenes. No en el sentido de fuera de lugar sino en el de fuera de espectro. Un complejo perceptivo tiende a regular jerarquías pero tarde o temprano lo
toca el rayo del desconcierto.
La ciudad es una lápida del desierto
enterrado que raspa, sacude y desmaya la cara visible de las cosas. En una roca contra el mar Bruna Toso en el personaje de Mara se revuelve el pelo - mientras unos funcionarios escolarizan a unos niños africanos- esa figura en
el aire es una protesta y una seducción.
El sol actúa sobre el pegamento
del libro dejado en la silla, la próxima vez que se abra dará un crujido al momento
del tendal. Todavía el sol pega en el lomo cuando el hombre de las abejas
asiste sin querer a la imagen de un animal que huye. En una de las hojas que se
sueltan puede leerse Hay dos maneras de
parar un tren, a la superman y a la Buster Keaton. Arrullen al mar si pueden.
En el río dos veces / Se
encuentran la mar y los peces (remar es
un arte que tiene su suerte)
¡Qué caballito de mar ni que ocho cuartos! La frase asomó
con voz de anciano por el tronco de palmera de los párpados cerrados.
Ciudadano Inagotable. Como migajas los
libros.
2 comentarios:
bravísimo!! de una ciudadana agotada e inagotable a vez
pan y rosas miss banfield
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